“Seré
el primero en sacrificarme y rendir hasta el último aliento de mi vida en aras
de la Patria”.
Ángel
Vicente “Chacho” Peñaloza
A
mitad del siglo XIX, luego de la guerra por la independencia en Sudamérica, se buscó
continuar la construcción de la liberación de esta parte del mundo frente a los
que buscaban continuar con un sistema de dominación contra los pueblos. La idea
del federalismo se emparentaba con el de independencia de nuestros Libertadores
que tenían en común el romper el viejo orden generando nuevas expectativas. En
el noroeste argentino existen largas trayectorias de luchas contra la
colonización europea en los siglos XVI, XVII y XVIII. Nombres como el cacique
Juan Calchaquí, quién se levanta con el español en 1561, y el Tigre de los
Andes Juan Chalimín, que lideró una insurrección indígena en 1630, son apenas
señales de esta resistencia de los pueblos indígenas. Y en esta región miles de
campesinos criollos y descendientes de indígenas se levantaron en grito con sus
humildes lanzas y espadas gastadas para defender la Patria en el siglo XIX. Y a
mitad de este siglo surge la figura del caudillo nacido en 1798 en la localidad
riojana de Guaja llamado Ángel Vicente Peñaloza, más conocido como el Chacho.
Su figura trasciende a mitad del siglo XIX cuando se alza contra Bartolomé Mitre quién, en una carta a Sarmiento del 30 de marzo de 1863, quería “hacer en La Rioja una guerra de policía…Declarando ladrones a los montoneros sin hacerles el honor de considerarlos como partidarios políticos ni elevar sus depredaciones al rango de reacciones, lo que hay que hacer es muy sencillo”. Cabe destacar que Chacho Peñaloza había dirigido una insurrección popular en las provincias del noroeste. ¿Pero quién era Chacho Peñaloza?
Nacido
en 1798 en Guaja, hijo de don Esteban y Úrsula Riveros, un tío abuelo sacerdote
lo educó y le puso el conocido apodo “Chacho”. Era también sobrino del
Comandante militar de los Llanos Fulgencio Peñaloza, quién había colaborado en
la organización de la importante toma de la ciudad de Copiapó en 1817, en apoyo
a la campaña libertadora emprendida por el general don José de San Martín. El
tío fue reemplazado en enero de 1818 por el caudillo Facundo Quiroga en 1818. Chacho
Peñaloza fue capitán de milicias en su pueblo natal y soldado de Quiroga en su
lucha contra la Liga Unitaria del general “Manco” Paz.
La
provincia de La Rioja a comienzo de la década de 1820 sufría las consecuencias
de la guerra civil que, en materia económica, cortó los tradicionales circuitos
comerciales con los mercados chilenos y altoperuano que en la época colonial
tuvo su esplendor. Esta situación generó una crisis económica persistente que
perduró durante varias décadas.
El
16 de febrero de 1835 Facundo Quiroga es asesinado en Barranca Yaco y el Chacho
denuncia que “se asesinó cobardemente al hombre más valiente y más patriota de
la república”. No dejará de pensar en este vil asesinato y tiene una fuerte
sospecha que apuntaba directamente al gobernador de la provincia de Buenos
Aires, Juan Manuel de Rosas.
En
1840, siendo comandante de milicias de La Rioja, Chacho acompañó al gobernador
Tomás Brizuela en el levantamiento contra el bonaerense Juan Manuel de Rosas
por el malestar ocasionado por la crisis económica, los gastos de las guerras y
el creciente centralismo porteño que con su aduana ahogaba todo mercado para
los productos agrícolas y artesanales del interior. Pero esta insurrección fue
derrotada y Peñaloza tuvo que exiliarse en Chile volviendo en varias
oportunidades para combatir por su provincia y los pueblos de la región.
Después
de las batallas de Caseros y de Pavón, que configuró el mapa político del país
de diferentes maneras, Peñaloza se alza contra los ejércitos de Bartolomé Mitre
quién pretendía someter a las provincias de la Confederación bajo el poder
socioeconómico de Buenos Aires. El Chacho, secundado por Felipe Varela y otros
caudillos de la región, lidera las filas de gauchos lanceros y mestizos guerreros
que azotan a las tropas porteñas. Esta contienda militar duró hasta el pacto de
La Banderita del año 1862 en donde Chacho Peñaloza entrega los oficiales
porteños presos pero al reclamar por los suyos se encontró en que fueron
fusilados sin más por los “civilizados”. Sin embargo evidentemente la paz duró
poco.
Un
año después el caudillo vuelve a lanzar la lucha con la esperanza de que el
entrerriano Urquiza apoyara con hombres y armamentos, levantando un gran
ejército federal. Pero el caudillo del litoral prefirió mantener sus acuerdos
con Mitre, permitiendo la consolidación de un Estado nacional bajo la hegemonía
de los liberales porteños. Peñaloza buscó fervientemente la unidad de los
pueblos del interior en pos de la bandera federalista, independiente y soberana
tal como lo escribe en su proclama: “al abrir esta campaña no olvidéis que vais
en busca de hermanos, que el suelo que todo que vais a pisar es argentino, y
que el pendón de la nacionalidad no lleva el lema de la sangre y exterminio (…)
lleváis la enseña de la ley del venerado código de Mayo, ante cuya divinidad
haréis postrar a esos hijos perjuros que olvidando sus deberes fueron a servir
de instrumento ciego de las miras de sus propios enemigos. Nuestros nobles
escuerzos no serán aislados. Todas las demás provincias responderán a nuestro
llamamiento, y con un movimiento simultáneo harán desaparecer a sus opresores”.
En
todas las batallas Peñaloza fue acompañado por su amada esposa Victoria Romero,
un personaje olvidado por la historiografía. Hija de una familia de hacendados
de buena posición del poblado de Tama, cerca de los llanos riojanos. Contrae
matrimonio con Ángel Vicente Peñaloza un 10 de julio de 1822 y tuvieron dos
hijas que fallecieron a muy corta edad. Ella no era como las mujeres de su
época, sabía cabalgar como los mejores gauchos de La Rioja y tenía destreza que
levantaba admiración por su apasionamiento y audacia frente al peligro.
Participó en numerosas batallas y marchas junto al caudillo de Guaja e incluso
le salvaría la vida. Los gauchos la llamaban “la Chacha”.
En
noviembre de 1863 el caudillo federal es sorprendido en la ciudad riojana de
Olta y se rinde pacíficamente ante los porteños. Chacho fue lanceado, fusilado,
mutilado y degollado por sus carceleros. Como en la época de la colonia, el
terror se aplicó exhibiendo su cabeza en una pica sobre la plaza principal del
pueblo para escarmiento de los paisanos. Su esposa fue engrillada y conducida a
la provincia de San Juan, donde el gobernador Domingo Faustino Sarmiento. Allí
es sometida a trabajo forzoso por orden del mandatario provincial, viéndosela
junto a otros hombres limpiando la plaza pública engrillada y con guardias
cerca.
El
cruel final del Chacho Peñaloza fue elogiado por el “civilizado” Sarmiento en
su libro “El Chacho, el último caudillo
de la montonera de los Llanos”, con la misma pluma que escribió a Mitre el
20 de septiembre de 1861: “No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un
abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de
seres humanos”. La polémica literaria se instala cuando el autor del Martín
Fierro, José Hernández publica artículos en El
Argentino de Paraná denunciando los horrores cometidos contra Chacho
Peñaloza y su gente. Dichos artículos fueron recopilados en un folleto titulado
Vida del Chacho. Hernández escribió
“los salvajes unitarios están de fiesta. Celebran en estos momentos la muerte
de uno de los caudillos más prestigiosos, más generosos y valientes que ha
tenido la República Argentina”.
La
figura del caudillo popular Chacho Peñaloza posteriormente es revalorizada por
Felipe Varela y todos los pueblos que lucharon por su propia libertad y la
Unión Sudamericana, bandera que pretendieron descalificar como “bárbaro”
aquellos que buscaron tanto en Europa como en los propios Estados Unidos el
modelo “civilizado” para garantizar el desarrollo de un sistema mundial
mercantilista en donde unas pocas metrópolis viven a expensa de miles de
pueblos en el mundo.
Los
ojos de Peñaloza aún viven en la cultura popular como lo dicen las diferentes
coplas y versos. Entre ellas están aquellas palabras que cantara el músico
popular Jorge Cafrune:
“Y para que haya, señores,/de todo, como en botica,/a la cabeza del Chacho,/la exponen en una pica./¡Lindo es salirle a la muerte/en cualesquier entrevero!/¡Pero otra cosa, es que a un hombre,/lo maten como cordero!/¡Ya se acabó Peñaloza!/¡Ya lo pudieron matar!/Tengan cuidado, señores,/¡no vaya a resucitar!” (“La muerte del Chacho”).
Roberto Deibe
Centro Cultural de la Cooperación
“Floreal Gorini”
Publicado en la revista "Convergencia. Por un Judaísmo Humanista y Pluralista", año 14 - Nº 52, Buenos Aires, Octubre - Diciembre 2013.
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