“Los autonautas de la cosmopista”, libro de Julio Cortázar y Carol Dunlop, es un diario de un viaje de París a Marsella. La particularidad del recorrido hace que sea un diario excepcional. Cada diario de viaje tiene particularidades pero este lo encuentro interesante por la propuesta lúdica que caracteriza la obra cortaziana. Ellos se proponen recorre una carretera pero no con el fin de llegar sino para registrar su costado, los paradores a lo largo del camino a Marsella.
El escrito termina proponiendo una mirada sobre los lugares (o no lugares, anticipando la propuesta de Marc Augé) donde uno no se detiene a observar, aprehender, conocer y registrar. Los paradores son aquellos rincones de los recorridos donde podemos encontrarnos en cualquier parte del mundo. Por eso la propuesta Cortázar-Dunlop se torna atractiva por la capacidad de adentrarnos en esta carretera París – Marsella pero puede ser cualquier otra.
Ambos se lanzan (¿o se tiran?) a la aventura fuera de lo racional al recorrer un camino corto en poco más de 30 días. Incluyo no viajan solos. Crean con su VW Kombi en un personaje más que lo denominan Fafner, el dragón rojo. Las fotografías que ilustran el libro facilitan sentarse imaginariamente (¿o realmente?) en el fafner, como también sentir lo que los autonautas sienten.
Durante el recorrido–lectura uno puede sentir varios sentimientos como el saber que tanto él como ella se enferman (aunque no lo digan explícitamente). La publicación del libro se hizo con Carol Dunlop ya fallecida y Julio Cortázar con pocos años más de vida. Las últimas palabras cortazianas son un canto de amor a su compañera que ya emprendió un viaje solitario. Julio Cortázar despliega su prosa dejando un sabor agridulce pero invitando a seguir la vida en las carreteras y sus paradores, en cada instante donde el amor se junta con lo lúdico, la fantasía, el compromiso.
“Los autonautas…” es un libro que se disfruta y deja con ganas de más.
Reseña dedicada a mi osita, Yohanna.
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