30 de marzo de 2016

QUE LA REBELDÍA ARDA EN LA PIEL

En el día se hizo un acto por los 40 años de la ocupación militar en el Hospital Nacional Posadas. Cuatro décadas de que miembros de las fuerzas armadas irrumpieran un centro de salud con el afán de acabar con la subversión. La locura y el horror dejaron trabajadores detenidos desaparecidos y otros tantos exiliados y cesanteados. También quedaron muchos otros trabajando con miedo, mientras la enfermedad no paraba de atacar y “provocar” pacientes para atender en el hospital.
Se cumplieron 40 años también del golpe que inauguró la dictadura cívico militar un 24 de marzo. Cuatro días atrás (otra vez el número 4... ¿que significará?) se movilizaron una cantidad de gente que los organismos de derechos humanos calificaron como histórico. Algunos decían 400 mil, otros 100 mil. Cualquiera sea la cifra, lo que si no se discute es la trascendencia de la movilización al ser la de mayor participantes desde el regreso de la democracia en 1983. Además la convocatoria se realizó en el marco de un gobierno
representativo del lado civil de la dictadura y con una actitud servil ante la “visita” del presidente de los Estados Unidos Barack Obama quién, junto al virrey MM, visitó el Parque de la Memoria en total soledad.
Por un lado ciento de miles presentes en las calles de Plaza de Mayo y alrededores. Muchos debut en la marcha por Memoria, Verdad y Justicia. Varios viejos jóvenes de los setenta, aquellos donde los genocidas vieron peligrosidad para la patria y el hogar.
Por otro un acto en el Posadas, con un aula semivacía y un hospital atacado desde varias semanas por quienes buscan legitimar un proceso de privatización de los servicios de salud pública nacional. Ronda en el aire la tristeza por los que ya no están y por los que no vinieron. Las voces de los que dieron sus testimonios, una vez más, resonó fuerte en el salón. No por el volumen de sus voces sino por las ausencias en el salón. Ausencias que algunos encontrarán explicar por la coyuntura apremiante de los despidos, otros por los años avanzados que cargan muchos históricos como la querida Madre Nora Cortiñas, otros dirán que las ausencias de los invitados “vitalicios” del Posadas que se fueron recientemente como Pepa y el Padre de la Plaza Morresi se hicieron muy pesados.
Frente a este panorama, marcha multitudinaria y acto con muchas ausencias, flota en el aire un sentimiento de bronca, dolor y rabia. Pero también el saber que con la melancolía y la tristeza no alcanza. Los 24 de marzo no se tienen que transformar en un acto melancólico sino en acciones para avanzar, tal como nos enseñaron las Madres y las Abuelas durante tantos años. No debemos quedarnos conformes con que nos encontramos miles y miles en las calles. Tampoco con que nuevas generaciones se suman. Las fotos se van poniendo sepia por el paso del tiempo. La lucha también sino revertimos esa sensación de bronca, dolor y rabia en algo concreto, en acciones que nos empuje a la Justicia concreta.
No debemos conformarnos, debemos rebelarnos. Sentir la rebeldía frente a las injusticias de ayer y la impunidad de hoy. Que la rebeldía nos arda en la piel. Que la melancolía no se convierta en la piedra que nos frene sino en la aquella que en mano del pueblo invita a la rebelión. Capitalizar políticamente los cientos de miles en la plaza debe ser el objetivo inmediato. En un frente, movimiento o miles de movilizaciones iguales contra el presente en que los civiles genocidas buscan robarnos la alegría que nos caracteriza a los que peleamos día a día, los que buscamos la felicidad de nuestros pueblos.
Que el miedo no nos paralice. Con la muerte, la locura y el horror quisieron callarnos. Cuarenta años después se evidencia que no pudieron. Pero no nos quedemos conformes, sigamos por más, exijamos lo imposible, que la rebeldía florezca en las pieles de cada uno y cada una de quienes nos encontramos en el asfalto de la ciudad, en cada lugar de trabajo, en cada barrio. Capitalicemos, construyamos, golpeemos duro contra la dictadura cívico militar que aún no se terminó del todo.


Roberto Deibe
28 de marzo de 2016
Fotos: Leandro Dirazar




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