Los tiempos contemporáneos son difíciles de clasificar. Los adjetivos están perdiendo fuerza y contundencia. Se recurren a viejos calificativos, pero no prescriptos, como fascista, neoliberal, entre otros. Son tiempos tenebrosos, de incertidumbre que se cuela entre los huesos. Sin embargo las bestias lograron anestesiar y hacernos creer que es circunstancial. La incertidumbre es la anestesia de estos tiempos. En la militancia también sobrevuela la incertidumbre, no estamos exentos de los tiempos envenenados que corren. El egoísmo, el individualismo, aquellos venenos destilados desde los tiempos dictatoriales, neoliberales. El pasado se recurre como una madera flotante en medio del naufragio. Pero muchas veces termina siendo de plomo y nos hunde en la profundidad de la nostalgia. No podemos vivir del pasado, nos dicen las bestias. No se puede vivir sin memoria, respondemos. Pero aquellos tienen impunidad y nosotros aún resistimos.
La incertidumbre, como decía, es la anestesia de hoy. La desocupación aún no explotó como en tiempos pasados. Pero la ocupación está tan frágil que siempre nos tiene angustiados de no saber. Y cuando sabemos lo festejamos como una gran victoria. Las bestias logran ocultar el verdadero malestar: la precariedad del trabajo. “Al menos hasta fin de año tienes trabajo asegurado”, nos dicen/decimos. Mientras tanto los cuerpos se inmovilizan ante la incertidumbre. Por miedo, por acomodo, por lo que sea.
Nos aumentan el costo de vida, la luz, el gas, y todo lo mínimo para sobrevivir. Tan mínimo que ni siquiera pensamos en algo más porque todo los demás es lujo. Pero cuando pretendemos un poco de vida, nos hacen creer que sentimos culpas por pedir más. Entonces no pidamos, conformemos con lo que tenemos que no es poco. Otra vez la anestesia de la incertidumbre.
La militancia, decía, también lo sufrimos. Los grandes sueños de liberación de la humanidad, los grandes proyectos y teorías que buscan explicar y dar rienda suelta a la transformación, las utopías liberadoras, aún siguen vigentes. Pero estamos inmersos de individualismo que dificultan la concreción. Todo eso se necesita, además de coraje y valentía, de pensamiento y acción colectivo. Pero no confundir colectivo con grupal. Lo colectivo no es sólo juntarnos con otros y otras. Es también pensarnos como mujeres y hombres que somos parte de algo más allá de los límites que vemos, más allá del alambrado que cerca el campo, más allá de nuestra cotidianeidad. Lo colectivo implica pensar en la otra persona que no necesariamente está en el mismo lugar que uno. Lo colectivo implica pensar la heterogeneidad como regla, no como excepción. Somos parte de un colectivo en donde hay muchas identidades, muchos fuegos que se encienden ante la injusticia, la desigualdad. La anestesia neoliberal, aquél veneno posmoderno que nos venden como vacuna, busca borrar lo colectivo para imponer lo grupal. Más vale varios grupos divididos que un colectivo unido como puño.
Cuando logremos pensar como colectivo, como patria (chica y grande), podremos empezar a sentir el camino hacia el socialismo. Poder sentir que la anestesia de la incertidumbre se va disolviendo de nuestras mentes y acciones. Ahí podremos anestesiar nosotros todo vestigio de inhumanidad.
01/02/2017
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